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20 noviembre 2007

Identidad corporativa


El Diseño Gráfico, visto como una actividad, es la acción de concebir, programar, proyectar y realizar comunicaciones visuales, producidas en general por medios industriales y destinadas a transmitir mensajes específicos a grupos determinados.”

“… el aspecto más esencial de la profesión no es el de crear formas, sino el de crear comunicaciones.”

Jorge Frascara; “Diseño Gráfico y Comunicación”
Editorial Infinito


La definición de Frascara acerca del Diseño Gráfico facilita la comprensión de la disciplina, en los términos de que la actividad se encuentra subordinada a un proceso de Diseño y a una gestión de Diseño, con el objetivo final de realizar comunicaciones visuales. Estas características específicas que Frascara describe en su definición le otorgan al Diseño Gráfico una identidad precisa, al menos dentro del marco teórico en que Frascara se desenvuelve.

Pero lo interesante de describir al Diseño Gráfico como un gran proceso, proceso que puede ser metodológico o artístico, es quizá comprender que existen una serie de elecciones y decisiones que le confieren al proceso características particulares; obviamente propiedades únicas que finalizan en un producto único.

La mayor intención de estas líneas preliminares es la de destacar, precisamente, la existencia de las elecciones y decisiones dentro del Diseño Gráfico, elecciones y decisiones que involucran a los individuos y que finalmente constituyen las identidades; tanto de los sujetos como de los pueblos, y también de las culturas.

identidad
Trazando una línea desde lo general a lo particular (mundo-sociedad-familia-individuo) para facilitar la descripción de las identidades que las caracterizan, podemos sostener que el comportamiento humano puede verse en términos de grupo y que la cultura de un grupo, sea grande o pequeño, es mantenida y cuidada porque ello es precisamente lo que determina la identidad del grupo.

La familia o la tribu, como el núcleo básico constitutivo de las sociedades no escapa a lo que acabamos de describir. Diariamente podemos comprobar que nuestro núcleos familiares se encuentran inmersos en un grupo social más amplio y que obviamente comparten las características de esa sociedad, pero que a pesar de ello se distingue de otras familias debido a su espacio individual cargado de características particulares e individuales, que le confieren una identidad propia.
Un ejemplo curioso es el del trabajador japonés. En Japón, las empresas tienen como criterio de relaciones laborales hacer sentir al trabajador como un miembro de una gran familia. Es entonces donde se produce una analogía entre familia social / “familia laboral”, que le otorga al trabajador japonés la identidad de ser parte de una “familia laboral de la empresa tal”, y que sus comportamientos se encuentren condicionados a ser “el trabajador japonés de la empresa tal”.

En nuestro país, un claro reflejo de esa política laboral es la que realizan las empresas Mc Donald’s y Pumper Nic. Es relevante que el lector pueda realizar una percepción propia de los trabajadores de esas empresas, que se distinguen abiertamente; y que tienen comportamientos comunicacionales corporativos diferentes. Ambos grupos de trabajadores pertenecen a la “cultura de la hamburguesa”, pero es únicamente la identidad de cada una de esas empresas la que confiere una diferenciación expresa entre ambos grupos.

Por otra parte, los individuos están constituidos por características que son únicas y particulares; también cada individuo proyecta una imagen a la vez abstracta y concreta, tanto visible como invisible, y se menciona a todo ello como “estilo”.
Esta nominación de “estilo” es errónea y es común escuchar un mal uso de ella.
La raíz del término viene del latín “stylus”, un instrumento de escritura; de ahí que la palabra derivara a indicar la manera de escribir de un sujeto.

Volviendo a nuestra realidad, generalmente podemos reconocer la forma como escribe un amigo, así como también podemos reconocerle su firma; pero cabe destacar que este “estilo” o esta proyectación de la persona no es completamente la que determina la totalidad de la identidad del sujeto, sino que el mencionado “estilo” forma parte de una característica particular del individuo que a la vez constituye su identidad.

Entendemos entonces que el estilo, en tanto iconografía abstracta o forma de representación, no determina las identidades, sino que constituye una característica particular, una parte de las identidades.
El desarrollo de estilos en las formas artísticas de todos los individuos y de las culturas siempre ha estado estrechamente relacionado con la historia política y social del individuo, grupo, nación o cultura.

De todas maneras la identidad es una propiedad que han utilizado –a través de la historia– los individuos y las culturas para lograr formas de representación pertinentes por intermedio de los medios visuales, para distinguirse de los demás.

Los elementos que mencionamos anteriormente y que en definitiva resuelven parte de las características particulares de los grupos sociales o de los individuos constituyen las columna vertebral por donde se emplaza la identidad.

Claro está que de todas maneras los elementos subjetivos, inconscientes, biológicos y naturales también son constitutivos de las identidades.

Por otra parte, es importante comprender lo relevante de la mirada del otro en la constitución de las identidades, entendiéndolo como todo aquello que el otro decodifica de una identidad, todo lo que comprende y carga de significación el otro con respecto de una identidad. Este espejo semideformante que es la mirada del otro sobre una identidad dada resuelve una característica constitutiva más de la identidad mirada.

Lo descripto anteriormente nos lleva a concluir en una definición de la identidad entendiéndola como una propiedad cualitativa de los objetos, los individuos, los grupos sociales, las culturas, etc.

Es, entonces, que la identidad como propiedad cualitativa es intrínseca, unívoca e inherente a todos los objetos y sujetos socioculturales.

Es importante resaltar que la identidad es una problemática no resuelta desde el pensamiento filosófico, donde todas las características subjetivas que la constituyen no se encuentran completamente determinadas, pero que evidentemente estas características subjetivas intervienen en la constitución de la identidad como propiedad cualitativa.

patrón de referencia . identificación
La existencia de identidades diferentes dará como resultado una diferenciación obvia entre ellas. Pero si tomamos un grupo de identidades que compartan características en común, obtendremos un grupo de identidades homogéneas al que denominaremos como patrón de referencia.

Este patrón de referencia que podamos determinar siempre se encontrará dado en relación respecto de una identidad al grupo homogéneo.

En este proceso la identidad comienza a describirse en diferenciación con un contexto (contexto que, por supuesto, posee identidad propia).

El patrón de referencia es lo establecido como “lugar”, “sistema” o “momento”, donde se producen las diferenciaciones de las identidades.

Esto se verifica en nuestras propias actitudes diarias y, a manera de ejemplo, en las elecciones y decisiones que tomamos para formar parte de un grupo social y diferenciarnos de otros grupos sociales.

Un libro recientemente publicado llamado “La Cultura de la Noche”, mediante un estudio sociológico realizado por alumnos de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, describe los grupos sociales que coexisten en la noche porteña.

Así podemos encontrar un grupo de personas que suelen vestirse con “pantalones pinzados, remeras de colores y adornos dorados, cuyo gusto musical pasa por los cuartetos tropicales y frecuentan salones de baile llamados bailantas”, a los que se los denomina “bailanteros” y que obviamente poseen una identidad perfectamente constituida que les es propia.

Como también otro grupo de personas “…cuya vestimenta pasa por prendas de alto valor adquisitivo, estrictamente relacionada con lo establecido por la última moda de las ciudades centrales, como Milán, Roma, París, Madrid, New York; que no poseen una cultura musical comprometida con su clase social pero que consumen “marcha” en lugares como Pachá y El Cielo...”, a los que se denomina como “conchetos” y que también, como el grupo anterior, poseen una identidad perfectamente definida.

El libro continúa haciendo descripciones de grupos sociales concentrándose en los dos anteriores, junto a otros dos grupos que también poseen identidades propias abiertamente diferenciadas, a los que denomina como “los modernos” y “los rockeros”.

En definitiva, podemos seguir haciendo descripciones de distintos grupos sociales, pero es relevante comprender que los individuos u objetos de identidades similares constituyen un grupo homogéneo al que denominamos como patrón de referencia, en relación con una identidad que comparte o no similitud con las características del grupo homogéneo.
A este proceso de diferenciación entre patrones de referencia y su relación con una identidad lo denominaremos como identificación.

Cada uno de los uniformes no convencionales descriptos anteriormente conforman un patrón de referencia individual: los “bailanteros”, los “conchetos”, los “rockeros”, los “modernos”.

La identificación es una acción que sucede cuando una identidad se ve descripta en “relación de homogeneidad” o en “relación de heterogeneidad” con un patrón de referencia.

El lector de este apunte debe tener en cuenta que el patrón de referencia no solamente se da como un “lugar” (unidad espacial) y como un “sistema” (unidad de objeto o sujeto), sino que también puede darse en momentos históricos o épocas tanto pasadas como contemporáneas (unidad de tiempo).

identidad visual
Habiendo comprendido el universo objetivo y subjetivo del aparato de las elecciones y decisiones, en relación con la constitución de una identidad; y entendiendo los patrones de referencia sujetos a los procesos de identificación, podemos comenzar a delinear la definición de la identidad visual.

La identidad visual podemos entenderla como un valor de la pieza gráfica que coexiste con todas las estructuras, como por ejemplo, la estructura morfológica, la comunicacional, la de lenguaje, la tecnológica, etc.

Es necesario comprender que las estructuras de una pieza gráfica se relacionan entre sí en una simultaneidad entre contenido y forma, pero la identidad visual siempre aparecerá como una propiedad cualitativa resultante de la pieza gráfica.

Pero, ¿cuáles son los límites en que la identidad visual se maneja?
Debido a que nosotros como diseñadores podemos construir este valor de la pieza gráfica que es la identidad visual, la imagen resultante no debe ser un reflejo deformante, sino la expresión total de una globalidad compleja, entonces deberá ser transparente, coherente y comprensible con respecto a la comunicación.

La identidad visual es un vehículo que permite una proyección y una expresión coherente y cohesionada de una comunicación visual sin ambigüedades.

La intervención del diseñador es justamente aquélla que produce una proyectación de la comunicación visual. Habiendo realizado éste un análisis de identificación pertinente y habiendo construido una expresión propia, el diseñador es capaz de constituir con sus propios elementos un resultado final que determinará una identidad visual única de la pieza gráfica.
Llegamos a la conclusión de que el diseñador es capaz de constituir identidades visuales, o sea, constituir valores cualitativos de la pieza gráfica que se ven sujetos permanentemente a las elecciones y decisiones del diseñador.

rasgos pertinentes
Volviendo al proceso de diseño, el diseñador elige y decide con qué elementos visuales de la gráfica cuenta para elaborar una comunicación visual.
Cuando estos elementos gráficos alcanzan el máximo de representación de lo comunicable, se entiende que existe un diálogo coherente y simultáneo entre contenido y forma. A esta representación visual coherente y simultánea la denominaremos pertinencia.
Es entonces que cuanto mayor sea la representatividad de la forma a su contenido, se entiende una mayor pertinencia visual de la forma a su contenido.
Si tenemos en cuenta que la identidad visual es un valor cualitativo de la pieza gráfica, podemos considerar que este valor se ve representado visualmente mediante formas visuales.
Aquellas formas gráficas de la identidad visual que se entiendan como las más relevantes, significantes, y coherentes, son las formas que definen a los rasgos pertinentes como la gráfica de mayor representación de la identidad visual.

Debe considerarse que el mayor grado de representación de la forma a su contenido (la pertinencia) no es, necesariamente, la representación que contenga el mayor grado de iconicidad dado que la pertinencia no se encuentra sujeta dentro de los límites de mayor credibilidad, mayor realismo o mayor síntesis, sino que la pertinencia se encuentra dada en relación con la mayor representación de su significado.
Por este motivo podemos entender que la síntesis más abstracta de una forma, si es representativa de su contenido, seguramente será la más pertinente; o que si, por el contrario, la complejización de una forma, si es la más representativa de su contenido también será la más pertinente.

El rasgo pertinente, desde la gráfica, es operable como cualquier forma gráfica y es el diseñador el que se involucra con la identidad de la pieza gracias al proceso de diseño, donde todos los elementos están dispuestos con el fin de obtener una comunicación visual.

“… el aspecto más esencial de la profesión no es el de crear formas, sino el de crear comunicaciones.”

Adrián Juárez

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