Parte 2»
6. AQUELLO QUE PODEMOS DENOMINAR "ELEMENTOS ESTRICTAMENTE SIMBÓLICOS"
Identifiquemos los elementos estrictamente simbólicos que aparecen incorporados en cada una de las imágenes de ese conjunto representado en la Figura 3. Entiendo por "elementos estrictamente simbólicos" aquellos que carecen totalmente de referencia figurativa, incluso de la que aquí hemos considerado como "estereotipada," utilizando este término en el sentido de que no sustituyen a ninguna individualidad, sino que meramente representan a una clase, identificada por sus rasgos perceptuales genéricos y prototípicos (G. Kleiber, 1993: 108 ss). Pues bien, los elementos estrictamente simbólicos son formas elaboradas para representar sólo por convención, o sea, que resulta imprescindible reconocer a tales elementos en cuanto pertenecientes a un código, cuya interpretación requiere necesariamente un aprendizaje.
En este sentido, las palabras son prototipos de lo que estoy denominando "elementos estrictamente simbólicos". Y encontramos palabras en las imágenes simbólicas números 13, 17 y 24. Las expresiones verbales representadas gráficamente (como escritura) en las imágenes 13 y 24 expresan instrucciones cuyo sentido se integra con los restantes elementos gráficos (los cuales, en los casos que estamos revisando, representan comportamientos que realizan instrucciones que pueden o no requerir expresarse verbalmente). Quiere decir que, al menos en los casos 13 y 24, el intérprete productor considera que la representación visual del comportamiento se considera insuficiente para su correcta realización, por lo que se le agrega una específica indicación verbal acerca de cómo actuar.
En la imagen 13, la expresión verbal nombra una acción ("pull/saque") con la que se logra un resultado ("to open/para abrir"). Visualmente, la imagen ofrece la percepción del resultado: al alfiler de gancho (o imperdible) ya se lo ve abierto, que es lo que está enseñando a hacer la imagen. Y lo enseña con otro tipo de elementos simbólicos no verbales que, en este conjunto de imágenes, sólo aparece en esta imagen 13 y que su productor consideró insuficientemente expresivos por lo que recurrió al complemento verbal: son esas pequeñas líneas paralelas a la aguja móvil, tres desde la cabeza del alfiler hacia el centro de la imagen y seis entre la cabeza del alfiler y el dedo que se apoya en la punta abierta. En otro tipo de imágenes, como las de las historietas gráficas, es habitual recurrir a este tipo de imagen expresiva para representar el movimiento (de un auto que avanza, de un pie que corre, de un pájaro que vuela, etc.); justamente lo que se busca representar aquí: un pequeño movimiento hacia adentro (las tres líneas) y un movimiento más amplio hacia fuera (las seis líneas). También estas líneas son elementos estrictamente simbólicos, en cuanto requieren ser aprendidos, pero, por supuesto, diferentes a las palabras.
En la imagen 24, la expresión verbal es redundante, como ya anticipé, puesto que afirma ("this way/de este modo") lo que la imagen muestra, al representar la posición de los dedos, como el modo correcto de sujetar un CD. Salvo las imágenes que prohíben algo, todas las demás podrían agregar esta expresión, ya que ésa es la semántica que construyen visualmente: el modo de hacer algo.
Es distinto el caso de la imagen 17. Aquí, lo verbal es el nombre del objeto hacia el que se dirige la acción del dedo extendido de la mano representada. Conociendo el contexto habitual, todo aparato movido con algún tipo de energía eléctrica o nuclear tiene un pulsador que activa la fuente. Aquí se designa, explícitamente, ese lugar de activación de la energía ("power"), recuadrando la propia palabra que lo designa, como a veces aparece sobre la carcaza del propio aparato; con la representación de cuyo recuadro incrementa la representación visual de la tecla, llave o pulsador digital, a establecer la necesidad de activar el cual se dirige la propuesta semántica de la imagen. Así que, en este caso, la representación de la palabra es una representación del objeto a manipular.
También los números son prototipos de elementos estrictamente simbólicos. Aparecen números en la imagen 22; también en las imágenes 18 y 21, pero, como están asociados con otros elementos simbólicos prefiero dejar el comentario de estos últimos para un poco más adelante.
En la imagen 22, los números representados: un "1" y un "2" identifican respectivamente cada una de dos puntas de algún aparato que se supone conocido o al que se lo ve, simultáneamente, por estarlo manipulando. La configuración total de la imagen con la representación convencionalizada de un pelo, saliendo de su alvéolo y quebrándose al estar representada la acción de la punta nº 1, junto con la experiencia indicial de nuestro comportamiento depilatorio, y con nuestro papel admitido o impuesto de intérpretes frecuentes de mensajes publicitarios, tiende a que lo interpretemos como la eficacia de determinado artefacto, posiblemente una afeitadora, que, después de la eficaz acción de la punta designada como "1", todavía se reserva la eficacia incrementada por la presencia de la punta designada como "2", quedando fuera del universo semántico aquí representado la eventual formulación de una norma acerca de su manipulación correcta, limitándose a informar acerca de una característica de su funcionamiento.
La flecha o la pluralidad de flechas, constituye otro de los elementos estrictamente simbólicos incorporados a la sintaxis visual de estas imágenes simbólicas. La representación de una flecha ha pasado de ser la representación de un arma que se lanza hacia un objetivo (bélico o deportivo) a ser la representación de la dirección en la que se encuentra ese objetivo o según la que deberá desplazarse determinado objeto, por supuesto dotado de movilidad. Aparecen una o varias flechas en las imágenes simbólicas 1, 3, 6, 10, 11, 14, 23 y 25. También en las numeradas como 18 y 21; pero, de nuevo, dejo su análisis por concurrir con otros: letras y/o números. En todos los casos primero mencionados, siempre se integra junto a la representación de determinado objeto: (1) frasco, (3) tubo de teléfono, (6) solapa de envase, (10) enchufe, (11) dedo, (14) par de cucharones, (23) otro frasco mayor que el primero y (25) señal de bifurcación caminera. En todos estos casos, la sintaxis de esta asociación añade la representación de un movimiento direccional, conforme al cual deberá manipularse el objeto representado: (1) sacudirlo reiteradamente hacia arriba y hacia abajo, (3) levantarlo separándolo, (6) abrir levantándolo, (10) sacarlo horizontalmente, (11) girarlo sobre sí mismo, (14) girarlos circular y simultáneamente, (23) sacudirlo reiterada y lateralmente y (25) separar y juntar la marcha de los vehículos sobre una ruta; siempre teniendo presente que la representación de estas acciones tal como aquí quedan dichas no es la misma que la construida visualmente. Si sacamos la flecha, se pierde el sentido; dejo la reflexión sobre el efecto que produciría esa carencia al ejercicio de vuestra imaginación.
Los casos 18 y 21 tienen de particular que, en el 18, junto a la representación del objeto: una especial conexión eléctrica, están también representados, (a) una pequeña flecha destacada con un círculo, (b) una letra "H" también incluida en un círculo y (c) el número "10" entre dos líneas paralelas, en el exterior de las cuales se contraponen dos flechas. Cada uno de estos tres elementos estrictamente simbólicos aporta, al relacionarse sintácticamente con una parte específica de la conexión eléctrica representada, o sea, (a) con la representación de un tipo de cable visualmente diferenciado, (b) con la representación de un tope que representa un límite y un impedimento de deslizamiento y (c) con la representación de la dimensión de un margen que habrá que preservar (con las flechas indicando, contrapuestas a cada lado, el ajuste de dicho margen), aporta, decía, por esta relación sintáctica, un incremento semántico que hace, de esta imagen simbólica un discurso mucho más complejo que los de las restantes imágenes simbólicas de este conjunto.
Por su parte, la imagen simbólica, que he numerado como "21", integra sintácticamente la representación del perfil de un cuerpo humano, con (a), a nuestra izquierda (a la derecha de la figura humana representada), una columna constituida por una serie de números subrayados; con (b) sobre el mismo lado, una llave de diagrama entre esa columna de números y la representación de la figura; con (c), sobre el mismo lado, una fina flecha que llega desde el medio de esa llave hasta la representación de la cintura de la figura; con (d) una línea de puntos horizontal sobre la representación de dicha cintura. Esto permite interpretar esa columna de números como las medidas que puede llegar a tener la cintura representada. Pero, además, la representación del perfil de un cuerpo humano también se integra sintácticamente, con (e), a nuestra derecha (a la izquierda de la figura humana representada), otra columna constituida por otra serie de números subrayados; con (f) sobre el mismo lado, un línea vertical terminada en sendas y contrapuestas puntas de flecha; con (g) dos líneas de puntos horizontales que vinculan a la punta de flecha superior con el ápice de la representación de la cabeza de la figura humana y la punta de flecha inferior con la representación de la planta de los pies de la misma figura. Esto permite interpretar esta columna de números como las medidas que puede alcanzar la estatura de la figura humana representada. El subrayado de cada uno de los números de cada una de las columnas acentúa visualmente la correspondencia entre los del mismo nivel de una y otra columnas, construyendo la relación semántica entre altura y dimensión lineal de la cintura.
Estas tediosas descripciones tienden a identificar los aspectos visuales que explican la interpretación que, en la comunicación cotidiana, logramos de manera inmediata e intuitiva. Y no puedo dejar de asociar esta reflexión con la "comunicación oral" de un "no especialista" que cita M. Pêcheux, en la introducción al artículo de Courtine; no-especialista que se pregunta irónicamente, refiriéndose a la tarea del análisis de discurso: "¿Es esa disciplina gracias a la cual se emplean diez años en establecer lo que un lector medianamente ilustrado capta en diez minutos?" No perdamos de vista que una cosa es interpretar y otra explicar por qué interpretamos lo que interpretamos; que una cosa es diseñar una imagen para que quien la perciba sepa cómo comportarse y otra explicar por qué esa imagen trasmite esa información. No me estoy justificando (¿o sí?), pero estoy explicando por qué la semiótica es una metodología de investigación en ciencias sociales.
7 NECESIDAD DE UNA SINTAXIS, AL MENOS VIRTUAL
Las imágenes 2, 4, 12, 16 y 19 representan exclusivamente objetos, sin integrarlos sintácticamente con la representación de las manos que eventualmente pudieran manipularlos o de alguno de los otros elementos estrictamente simbólicos a los que ya he hecho referencia: flechas, letras o palabras, ni números.
Pero, en todos los casos, se proponen a la percepción efectivas relaciones entre representaciones de objetos, de modo tal que siempre se perciben representaciones de más de uno, ya que, de lo contrario, no construirían ninguna instrucción ni información, sino que meramente consistirían en la mostración de una representación empobrecida, en cuanto estereotipada, la cual, sin ninguna configuración de uso que la justifique, carecería de significación. Es lo que parecería ocurrir con la imagen 12 que consiste en la representación del sol, desplazado hacia la derecha y hacia la parte superior del recuadro, y de algunos de sus rayos. Se requiere la experiencia de haberla visto estampada en la carrocería de algunos ómnibus o vehículos públicos, cerca de la puerta de acceso y junto a otras imágenes simbólicas que informan acerca de comodidades que se ofrecen al potencial pasajero, para que la interpretemos como informando acerca de la polarización de los vidrios de la ventanilla que protegen de la crudeza de la luz solar.
O sea, que la sintaxis necesaria puede establecerse, no sólo entre aspectos gráficamente representados en el interior de la imagen, sino que también puede establecerse relacionándola con actividades o con otros elementos externos a la imagen, pero en una proximidad que permita establecer la vinculación entre ellos. Una imagen que tuviera una única representación de un objeto o que no pudiera vincularse a otra representación, actividad u objeto existencial externo a esa imagen, o sea, una imagen sin relaciones sintácticas internas o externas a la propia imagen, no sería nunca una imagen simbólica, en cuanto no construiría significación alguna.
La necesidad de poseer las claves interpretativas que permitan identificar las representaciones propuestas a la percepción y las relaciones que se establecen entre ellas, vincula estas imágenes al campo de lo simbólico, en cuanto convencionalmente vigente. Es el caso de la dificultad o, incluso, imposibilidad de interpretar la imagen 16: se identifica la representación de dos dientes, uno en la parte superior y otro en la inferior que corresponderían a ambos maxilares. Incluso puede interpretarse, en la zona intermedia, la representación de un cepillo de dientes, si bien en un extraño escorzo. Pero el cuarto elemento resulta, al menos para mí, imposible de interpretar, ya que, aunque representase a la pasta dentífrica, no advierto cuál pueda ser la acción que se sugiere o el modo correcto de realizarla que se propone, con lo que la imagen en su totalidad, al carecer de una estructura sintáctica reconocible, pierde su capacidad semántica y se hace opaca.
Quedan tres imágenes que incluyen dos modos gráficos de representar la prohibición, mediante los correspondientes elementos estrictamente simbólicos: las aspas o la "X", por una parte, con su representación generalizada de lo "tachado" o "eliminado" y, por otra, el trasplante metafórico de la señal (que, en estricta terminología semiótica, no es tal o que no lo es en todos los casos, ya que la función semiótica de la "señal" consiste en anticipar la presencia futura del objeto representado) de tránsito que establece la prohibición de circular o, superpuesta a una "E" o una "P" representativas (la última por influencia anglosajona) de estacionar y que se generaliza hasta establecer la idea de prohibición respecto a transportar el tipo de objetos o realizar el tipo de comportamiento, que aparezca representado bajo ella.
En realidad, sólo la imagen 9 es clara en su prohibición de bañarse, por la metáfora de la superposición de la prohibitiva señal de tránsito sobre la representación de la bañadera con la representación del agua cayendo de la ducha abierta.
La imagen 5 se sabe que prohibe, pero no se sabe exactamente qué es lo que prohibe: si prohibe beber agua (en el contexto de algún comportamiento determinado, posiblemente alimenticio) o volcar en un vaso algún líquido (del que por la disposición de su uso se sabrá de cual se trata). Y de la imagen 8 también se sabe que prohibe, por la "X" tachando las tres líneas paralelas, pero tampoco es claro lo que prohibe, salvo por el indicio (que tampoco es tal en estricta terminología semiótica, ya que la función semiótica del "indicio" consiste en recuperar la presencia histórica del objeto representado, sino ambiguo estereotipo de no se sabe bien qué objeto pretendidamente representado) de que las líneas levemente curvadas del rectángulo que contiene la información prohibitiva, aludan a un televisor; con lo que lo prohibido sería encender la televisión.
En el próximo apartado, procuraré sistematizar las laboriosas observaciones realizadas con relativa minuciosidad, elaborando lo que considero serían las reglas del sistema simbólico al que pertenecen estas imágenes.
O sea, por una parte, pretendo sostener la afirmación de que, si se dispone de un corpus de configuraciones gráficas (como también ocurriría si se dispusiera de un corpus de contextos verbales o de disposiciones existenciales) junto con el conjunto de las relaciones sintácticas efectivamente aplicadas para su construcción, sería posible conocer el sistema del cual proceden, siempre suponiendo que, en todos los casos en estudio, se trata de signos (imágenes, palabras o comportamientos) simbólicos, por tanto relativamente unívocos y convencionales.
Y, por otra parte, también pretendo sostener la afirmación de que, sólo si se conocen las reglas de un sistema de signos simbólicos, será posible explicar cómo la interpretación podrá atribuir determinada y no otra significación a las configuraciones gráficas (o los contextos verbales o las disposiciones existenciales) que se están percibiendo en un momento dado.
8 LAS REGLAS DEL SISTEMA DE LAS IMÁGENES SIMBÓLICAS
Voy a tratar de describir las reglas que constituyen el sistema de donde han surgido las configuraciones de las imágenes simbólicas sobre las que he estado trabajando. Cumpliendo con esas reglas, un interpretante productor podría proponer, a los eventuales interpretantes intérpretes, otras configuraciones visuales destinadas a comunicar, mediante las correspondientes propuestas de percepciones visuales, otras instrucciones, informando, sugiriendo o prohibiendo otros determinados comportamientos, igualmente relativos a la manipulación de objetos. O sea, a partir de determinado sistema de signos simbólicos puede construirse una cantidad indeterminada de textos (configuraciones icónicas, disposiciones existenciales o contextos simbólicos).Tal es el ámbito en el que se cumple la eficacia semántica de las imágenes simbólicas procedentes del sistema de reglas identificadas en el análisis.
Esta enumeración no agota las reglas posibles ni las reglas necesarias para la existencia eficaz de un sistema de generación/interpretación de configuraciones visuales, con características de imágenes simbólicas. Sólo registra (algunas de) las efectivamente utilizadas para la construcción del repertorio de imágenes simbólicas sobre las que he trabajado. Otras configuraciones nos permitirían acceder a otras reglas que se integrarían en el mismo sistema o en otro sistema afín. Por ejemplo, las identificaciones visuales de los respectivos baños (o "toilettes") de hombres y de mujeres, por lo general se construyen con la imagen estereotipada del perfil o borde de una superficie de oclusión que representa frontalmente, en un caso, a una mujer, identificable por estar representada con melenita y pollera (o falda) y, en el otro, a un hombre, identificable por estar representado con saco y pantalón (existen variantes, por supuesto, que se orientan, en todos los casos, a producir una identificación visual diferencial, por género). O sea, no se representa la actividad que va a cumplirse, ni el modo de cumplirla, ni el mobiliario sanitario a utilizar, sino que se vincula a cada imagen con el correspondiente espacio asignado a uno u otro sexo (o, más bien, a una u otra forma de vestir), ya bien asociándolo a la imagen mediante la correspondiente flecha direccional o ya bien situando las respectivas imágenes visuales sobre las puertas de los correspondientes espacios. Se trata de dos reglas no utilizada por las imágenes estudiadas, pero (suponiendo que incluimos a las correspondientes imágenes simbólicas que acabo de describir en nuestro repertorio) con las que podríamos comenzar la descripción normativa del sistema en estudio:
1. Proponer una representación del protagonista de la acción, sin ninguna referencia a la acción en cuestión; un implícito visual, fuertemente motivado por el respeto a las "buenas costumbres" y fuertemente establecido en el imaginario social, como para identificar inequívocamente el significado de la imagen en cuestión;
2. identificar una diferenciación de género por criterios convencionales de la representación del uso diferencial de la vestimenta, con independencia de la actualidad o de la pérdida de vigencia de dicha vestimenta; y continúo, ahora sí, con el registro de las reglas emergentes de nuestras 25 imágenes simbólicas;
3. utilizar la imagen de una o varias flechas para representar el movimiento y/o la dirección, en casos, como el presente, que solo incluyen imágenes gráficas estáticas;
4. utilizar la imagen de la "X" o la metáfora de la imagen de "no estacionar" o de "no avanzar" superpuesta a la representación de un objeto o acción para prohibir dicha acción o la manipulación de dicho objeto. El uso de la "X" para trasmitir la idea de eliminar o prohibir, así como su significado más inmediato de "tachar", no deja de ser una exploración interesante: ¿por qué se tacha con una "X"?; sería una petición de principio explicarlo afirmando que la "X" se construye con el doble ademán que constituye un gesto de rechazo;
5. representar la acción o el estado de cosas inmediatamente anterior a la producción del resultado deseado;
6. duplicar con palabras lo representado con la imagen. Esta duplicación, o es innecesaria, y por tanto criticable, dado que ya lo expresa adecuada y suficientemente la imagen, o es necesaria para entender lo representado, pero igualmente criticable, por haber aceptado la comunicación basada en una imagen insuficientemente expresiva para identificar la instrucción correspondiente;
7. utilizar letras y/o números para remitir a instrucciones escritas, ajenas a la configuración visual propuesta (pertenecientes a algún folleto en el que se integra o que acompaña a la imagen instructiva);
8. utilizar números para aportar información métrica no representable visualmente o no representable en cuanto totalidad de sus variaciones posibles, por economía comunicativa;
9. asociar la representación de una característica o cualidad con el objeto o ámbito del que se destaca esa característica o cualidad, superponiendo, físicamente, la imagen instructiva sobre el objeto o ámbito;
10. la mayoría de las acciones representadas consisten en "manipulaciones", no obstante, es posible que la concreta representación de la mano esté elidida, representándose a los objetos como entidades metafóricamente "animadas" o dotadas de movimiento propio. Puede haber otras reglas; por el momento llego hasta aquí y dejo a la observación del lector la identificación de las otras posibles.
9 CONCLUSIÓN
Me parece oportuno concluir (provisionalmente) estos desarrollos acerca de la semántica de las imágenes simbólicas, con algunas reflexiones que las encuadren y fundamenten en la correspondiente problemática semiótica y cognitiva.
En principio, considero haber justificado mi hipótesis acerca de la diversidad de problemáticas tanto semióticas como cognitivas que comparten, a veces de modo equívocamente indiferenciado, el espacio epistemológico de la iconicidad visual. Supongo que se habrá hecho evidente que lo que he ido explorando es pertinente para explicar la eficacia semántica de un tipo de imágenes a las que he calificado de "simbólicas" y que eso mismo no sería en absoluto pertinente como explicación de la eficacia semántica de los otros dos tipos de imágenes que (provisionalmente) he calificado como "figurativas" (ejemplificadas con la fotografía de Frida Kahlo de la Figura 2) y como "plásticas" o "cualitativas" (ejemplificadas con la propuesta de Ron Van Der Werf de la Figura 1).
Un aspecto que surge como interesante del análisis que he ido realizando, sobre las configuraciones de las imágenes simbólicas, consiste en su aspecto "deíctico" en cuanto construye el significado de la manipulación de objetos o la realización o impedimento de comportamientos determinados que están involucrados en el concreto acto de comunicación que se está produciendo. La calificación de "deíctico" corresponde a una posibilidad en el caso de los enunciados lingüísticos, los que pueden no ser deícticos; y la diferencia radica en que, en el caso de las imágenes simbólicas, los enunciados visuales que éstas configuran no pueden dejar de ser deícticos. Es decir, las configuraciones de imágenes simbólicas no construyen significados universales o abstractos, sino que siempre están referidos a existentes específicos. Los 25 gráficos analizadosiii encuentran su sentido en la medida en que son aplicables al manipuleo de objetos determinados o a la realización eficaz de determinados comportamientos o a su prohibición.
Esto tiene dos derivaciones: por una parte, la necesidad de explorar los que podemos denominar "actos gráficos". Semejantes a los actos de habla ("hacer cosas con palabras") en que, así como éstos requieren, para ser eficaces, la concurrencia de otros factores además de determinados enunciados lingüísticos, los actos gráficos ("hacer cosas con imágenes") requieren el complemento de otras instancias, además de la propuesta comunicativa de la propia imagen simbólica. Así como, por ejemplo, la eficacia de la promesa, en el caso de los actos de habla, no se cumple si el que promete ha decidido no cumplir su promesa y/o si aquel al que se le promete algo no desea lo que se le promete; así también la eficacia informativa, por ejemplo, de la imagen simbólica del nº 12 (el recuadro con el sol y los rayos de luz) no se cumple si se la adhiere al respaldo de una silla, o tampoco se cumple la eficacia de la instrucción de la imagen simbólica nº 13 (la instrucción para abrir el alfiler de gancho) si correspondiese a un folleto acerca del modo de lograr el correcto funcionamiento de una fotocopiadora. Por el contrario, los actos gráficos difieren de los actos de habla en que su eficacia semántica se obtiene con independencia de la voluntad del que lo formula y de que aquel al que se instruye siga o no lo que se le propone gráficamente; el comportamiento de este último podrá fracasar, pero ello no anula la eficacia del acto gráfico; cómo abrir un alfiler de gancho (un imperdible) está correctamente enunciado en la imagen simbólica nº 13, aunque su destinatario prefiera abrirlo de otro modo (por ejemplo, doblándolo). O sea, en el acto gráfico, la eficacia semántica es independiente de la eficacia comunicativa para que se cumpla la instrucción que formula; mientras que, en el acto de habla, no se produce su eficacia semántica, salvo que se den las restantes condiciones implicadas.
Por otra parte, la relación entre la imagen simbólica y determinado objeto o comportamiento constituye fundamentalmente una proposición pertinente a la semiótica indicial. O sea, semánticamente, organiza un comportamiento, por lo que necesita, tanto si se lo cumple correcta como incorrectamente, integrarse en una disposición existencial; tiene que tener realización física, alcance ésta o no el éxito. Así pues, estas imágenes simbólicas pertenecen a la semiótica visual en cuanto configuraciones perceptuales, pero cumplen su eficacia en el ámbito de la semiótica indicial.
Y esto nos lleva a reflexionar acerca del tipo de temporalidad que generan, como específico efecto semántico, estas imágenes simbólicas. En general, creo poder afirmar que las imágenes simbólicas se sitúan siempre en un presente, el de la acción representada, desde el que se construye el futuro de determinado resultado del que se explica como conseguirlo o se prohibe su realización. A veces (figuras 3, 6, 10, 13, 18, 24) el presente en que se sitúa la imagen simbólica representa la forma correcta del estado-resultado, con lo que tal presente es el futuro de un proyecto que se representa ya realizadoiv.
Siendo todo esto claramente distinto de lo que, tanto semiótica como cognitivamente, ocurre con las imágenes figurativas (lo escrito no aporta nada a la explicación de la eventual eficacia semántica de la fotografía de Frida Kahlo) o con las imágenes plásticas (tampoco aporta nada a la explicación de la eventual eficacia semántica de la propuesta visual de Van Der Werf), creo haber demostrado efectivamente que se trata de tres semióticas distintas.
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NOTAS
i El otro implícito, subyacente en lo que voy desarrollando, rechaza categóricamente la opción, característica del enfoque positivista, de privilegiar un objeto observable real, en el sentido concreto, existente fuera de mi ‘mente’. Yo opto por privilegiar la tarea de explicar cómo conozco a ese existente (y, para eso, tengo que explorar las características y operaciones de mi mente/cerebro), con independencia del problema de su existencia. Por supuesto que no cuestiono lo óntico; no creo que seamos el sueño de un loco en el rincón de un manicomio. Pero como no me interesan, y esa es mi opción personal, las características metafísicas de la semiótica, sino sus aspectos metodológicos, lo que sí me interesa es tratar de encontrar una explicación posible (hasta que se desgaste y se requiera otra) acerca de cómo puede construirse el significado del mundo mediante las semiosis que están disponibles, en este momento y en este espacio (latinoamericano) de la historia y de la cultura. Y no considero que esta actitud metodológica sea superior en algo a la actitud metafísica, ni considero a ésta superior en algo a la mía. Lo que expuse y lo que voy trabajando es el camino que considero eficaz para llegar a donde pretendo y lo seguiré explorando hasta que note que aquello a lo que no da respuesta junto con el conjunto de las contradicciones en las que inevitablemente incurro (pero de las que tomo conciencia porque hasta allí llegué) plantean una exigencia insoslayable, me toque a mí asumirla o a otro, de superar el lenguaje con el que construyo ese fragmento de la explicación del mundo en cuya elaboración he comprometido mi existencia.
ii Esta expresión "interpretante intérprete" encuentra sentido en la correlación peirceana con las de "interpretante productor" e "interpretante comunicativo"; con dudas acerca de la autonomía conceptual del último, he utilizado fructíferamente las otras dos variantes del interpretante (ver Robert Marty, 1990 y Juan Magariños de Morentin, 2002a: apartado 13).
iii Entre estas imágenes simbólicas a las que he venido analizando, se incluyen también, entre otras muchas, los ideogramas, la escritura jeroglífica, los jeroglíficos (también conocidos con la designación francesa, de vetusta reminiscencia latina, "rebus" o acertijos gráficos o dibujos enigmáticos), los dibujos de ciertos textos científicos y técnicos de plantas y flores, maquinarias, anatomía, etc., los planos y representaciones provenientes de los sistemas gráficos utilizados en arquitectura, las fórmulas estructurales de la química, las configuraciones heráldicas en los escudos de armas y, por supuesto, los Grafos Existenciales ("Existential Graphs") de Charles Sanders Peirce (CP. 4.347-4.584). La versión actual que, por su quasi-omnipresencia, hace imprescindible su conocimiento, abarca las indicaciones de las computadoras (con una fuerte implantación del término "iconos"), de informaciones deportivas, universitarias, hospitalarias, de circulación vehicular, de agricultura y ganadería, de industria textil, lavado y planchado y cuidado de prendas, de super e hipermercados, ferrocarriles, aeropuertos, aduana, cambio de moneda, bancos, turismo, correos y teléfonos, informaciones para minusválidos, identificaciones religiosas: cristianismo, judaísmo, islamismo, budismo, etc. (ver Otl Aicher & Martin Krampen, 1979).
iv Sugiero relacionar esto último con la siguiente cita de Peirce: 2.270 (Volumen II. ELEMENTOS DE LÓGICA / Libro II. GRAMÁTICA ESPECULATIVA / Cap. 2: La división de los signos / §9. La tricotomía de los argumentos) "Una abducción es un método de formular una predicción general sin ninguna seguridad positiva de que tendrá éxito, tanto para un caso especial como de modo general, consistiendo su justificación en que es la única esperanza posible de regular nuestra conducta futura racionalmente y de que la Inducción a partir de la experiencia pasada nos proporcione un fuerte estímulo para confiar en que será exitosa en el futuro." O sea, la eficacia lógica de las imágenes simbólicas, en el caso específico de las instrucciones acerca de comportamientos y de la manipulación de objetos (y no sé, todavía, si no se podrá generalizar a la totalidad restante de tales imágenes), sería la de la abducción o retroducción, con interesantes consecuencias (todavía por explorar) acerca de su procesamiento analítico y de su contenido semántico.
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